Se pueden dar varias situaciones que nos hagan sospechar de un posible abuso cometido a una persona con discapacidad intelectual:
- La persona con discapacidad intelectual verbaliza que ha sido o está siendo abusado o presenta señales físicas o indicios de un posible maltrato.
- No hay verbalización por parte de la persona con discapacidad intelectual pero presenta una serie de indicadores de sospecha de un abuso o lo que percibimos no concuerda con la explicación de las personas que cuidan a la persona con discapacidad intelectual.
Para cada una de las situaciones deberemos activar diferentes procedimientos, para los cuales exponemos a continuación una serie de recomendaciones.
1. La persona con discapacidad intelectual nos verbaliza que ha sido o está siendo abusado o agredido.
Lo primero que debemos tener en cuenta es que, aunque nos sorprenda, o aunque no presente ninguna sintomatología asociada a un posible abuso, siempre debemos dar importancia a la verbalización de una persona con discapacidad intelectual referida a un abuso o agresión.
¿Qué hacer si una persona o familiar con discapacidad intelectual nos declara que está siendo abusado?
- Toma en serio lo que te ha dicho.
- Escucha lo que quiere decirte. Tal vez seas la primera persona con la que comparte esa experiencia. Recomendamos que ante la verbalización, y más si ésta aparece de manera espontánea ante compañeros, te vayas a lugar a solas con la persona, y le pidas que te cuente con calma y con todos los detalles que pueda el episodio o los episodios que ha referido (utilizando las mismas palabras que ha utilizado la persona). Sólo debemos utilizar preguntas abiertas, nunca utilizar preguntas cerradas que puedan sugerir nada.
- Registra todo literalmente, tus preguntas y sus respuestas, así como todo lo que observemos que pueda ser útil para el proceso de ayuda.
- Ofrécete como apoyo y si la persona está en riesgo (u otras personas están en riesgo) hazle saber que para protegerla deberás compartir esa información con profesionales expertos en estos casos.
- No le des respuestas apresuradas del tipo: “esto vamos a denunciarlo” o comentarios desalentadores o que infundan lástima (del tipo, “¿cómo te han podido hacer esto a ti?”) y mucho menos, mensajes simplistas de calma como “no te preocupes” o “no tengas miedo”.
- En aquellos casos en los que refiera una agresión sexual o física reciente, debes llevarle inmediatamente al médico, como medida de protección y de preservación de evidencias.
- Si valoras que la persona no sabe que lo que está viviendo es un abuso, o no sabe lo que significa la denuncia, date un tiempo con ella para explicarle lo que es un abuso y aquellas medidas que se pueden hacer para protegerle (te puedes servir de los materiales de fácil lectura en el apartado “tu espacio”).
- En aquellos casos en los que se aprecia la necesidad de hacer una valoración con un recurso especializado, o se valora la posibilidad de denunciar, y la persona no tiene acceso a un abogado o no cuenta con un recurso o profesional cercano que pueda ofrecerse como facilitador , ponte en contacto con la UAVDI.
2. No hay verbalización por parte de la persona con discapacidad intelectual pero presenta sintomatología compatible con un abuso o lo que percibimos no concuerda con la explicación de las personas que cuidan a la persona con discapacidad intelectual.
Estos supuestos son sumamente complicados, especialmente si nuestro usuario o familiar con discapacidad intelectual tiene dificultades importantes en la expresión verbal, por lo que lo primero que habrá que hacer es poner los máximos esfuerzos en observar a la persona, registrar el momento en que empiezan a aparecer los síntomas y consultar a un servicio especializado en abusos a personas con discapacidad intelectual para coordinar el plan de acción con los profesionales que consultan.
Las conductas que se desprenden del abuso y trauma son los cambios repentinos de conducta, las agresiones a otros, las conductas autolíticas, las conductas sexualizadas, las conductas socialmente inapropiadas o el aislamiento social. Las investigaciones acerca de los efectos a largo plazo del abuso a un menor, indican un alto riesgo de padecer enfermedades mentales que reducirán su adecuado funcionamiento. Estos efectos incluyen: trastorno de estrés post-traumático, distorsiones cognitivas, disminución de la autoestima y estima por los demás, depresión, ansiedad y trastornos de la personalidad.
De todas formas es importante recalcar que cualquiera de los síntomas mencionados se puede deber a multitud de factores. Pero ese cambio está indicando que algo le está sucediendo a la persona. En estos casos, lo mejor es ofrecer a la persona con discapacidad intelectual un servicio de terapia o que el profesional con el que más confianza tenga intente averiguar, de una manera neutralmente empática (es decir, sin estar condicionado por ninguna hipótesis previa, pero con ánimos de entender y responder al posible sufrimiento que está teniendo el usuario con discapacidad intelectual) y con preguntas abiertas qué le está pasando.
Conviene detallar que no siempre el abuso deja una huella psíquica en la víctima. El impacto del abuso va a depender de multitud de factores (tipo de abuso, relación con el agresor, respuesta por parte de los cuidadores tras la revelación, contexto protector de la víctima, significado atribuido al abuso, etc), por lo que la mera presencia de los síntomas no implica necesariamente la experiencia de abuso, y su ausencia tampoco supone que no lo haya habido. Pero si hay verbalización espontánea de un abuso y además presenta sintomatología, entonces sí que podemos estar delante de un caso muy probable de abuso y deberemos activar inmediatamente los procedimientos de protección y denuncia.
Es frecuente que profesionales que no tienen experiencia con personas con discapacidad intelectual atribuyan todos los síntomas psicológicos, las alteraciones de conducta o los desórdenes emocionales a la misma discapacidad, apareciendo
un efecto eclipsador, es decir, la discapacidad eclipsa, explica, todo lo que le sucede a la persona: “está nervioso porque tiene discapacidad”, “muestra masturbación compulsiva porque tiene discapacidad”, “tiene problemas de conducta porque tiene discapacidad”, son relaciones causales sin rigor científico, que no hacen mas que incrementar la vulnerabilidad de la persona con discapacidad intelectual y provocar un inmovilismo profesional.
En cualquiera de los supuestos, la Unidad de Atención a Víctimas con Discapacidad Intelectual de la Fundación Carmen Pardo-Valcarce se constituye como servicio de apoyo y asesoramiento a los agentes implicados (profesionales de la entidad que trabaja con la supuesta víctima con discapacidad intelectual, cuerpos y fuerzas de seguridad, profesionales médicos o agentes judiciales) así como a la víctima y su familia.